#11 Destilado de libros: cuentos escritos por mujeres
Una lista armada por la comunidad de Hipergrafía: María Luisa Bombal, Mariana Enríquez, Hebe Uhart y más autoras en este destilado en ebullición. ♨
Hola, ha pasado más de un mes —creo que dos meses— desde qué pregunté qué cuento escrito por una mujer te voló la cabeza. Lamento la demora, pero recibí muchas respuestas y después llegó lo inevitable: fin del primer semestre e inicio del segundo semestre. Mi colon está más irritado que nunca.
En estas semanas, además, en Chile se activó un debate muy interesante sobre escritoras, feminismo, autoría y exposición pública, iniciado por Lorena Amaro en revista Palabra Pública y que ha tenido réplicas de Lina Meruane, Nona Fernández, Julieta Marchant y más escritoras. En este hilo de Jazmina Barrera están ordenadas muchas de esas reflexiones y te invito a que las leas.
En ese contexto comparto este destilado armado gracias a las colaboraciones de la comunidad de Hipergrafía. Más de veinte personas respondieron mi pregunta por distintas vías: este mismo boletín, en Twitter y en Instagram.
Fernanda Urrea, @sailorbook en Instagram, recomendó “La última niebla” de la narradora chilena María Luisa Bombal: “Qué gran 💎. La había leído en el colegio, pero fue en la relectura universitaria que me voló la cabeza y me puse a investigar la binariedad del espacio en esa obra. Me gusta porque la descripción de ambientes es magistral y está escrita desde el corazón”.
Le pregunté a Fernanda si era novela o cuento; quizás es una pregunta irrelevante, pero me gustó su respuesta: “Es una discusión eterna. Unes dicen que es novela corta, otres dicen que es cuento. Tal vez habría que revisar material teórico del cuento para establecer si lo es o no. Hasta he leído que es una prosa poética y esa complejidad me encanta”.
La lingüista Macarena Céspedes, una habitual de la comunidad de Hipergrafía, destacó otro cuento de Bombal: “Las islas nuevas”. Así justificó su elección: “Se nota cómo la autora va saliendo del colonialismo masculino, porque ahí se produce una liberación esperada y deseada, me atrevería a decir, por una como lectora. Pues la personaje principal (no la mencionaré para quienes no lo han leído) lucha en estos relatos internamente con su querer femenino y su deber ser impuesto como mujer. Va sufriendo transformaciones profundas y, siento, llega a la madurez en este último relato. ¡Un cuento verdaderamente fascinante! ¡Definitivamente me voló la cabeza!”.
En Instagram, @salembrocolilectora dijo que “Las cosas que perdimos en el fuego” de Mariana Enríquez es un cuento potente sobre mujeres que se unen ante la brutalidad de sus vidas: “Porque lo privado es también colectivo y político. Del sentir más doloroso surge esa propuesta colectiva como forma de rebelarse a la estructura patriarcal, dándole vuelta a las mismas estrategias que marcaron sus cuerpos y sus vidas. Siento que la autora te va convenciendo con su forma de narrar, sientes empatía, pero luego chocas con la realidad y uf, a mí todavía me da vueltas en la cabeza y eso que lo leí hace semanas”.
@notvirginia también mencionó ese cuento de Enríquez y agregó otro relato: “Los que se alejan de Omelas”, de Ursula K. Le Guin: “Trata del tema del chivo expiatorio y la utopía; es devastador y tiene un final inesperadamente esperanzador (si uno es optimista) o misterioso y triste (si no)”.
Mi amiga Bernardita Yannuci, siempre oportuna para colaborar, sugirió incluir “La bebedora de sangre”, de la escritora francesa Marguerite Vallette-Eymery, conocida por su seudónimo Rachilde. “En el cuento el imaginario de lo femenino se aleja de lo convencional y se acerca a algo más contradictorio y hasta perturbador. Es interesante cómo saca esa figura del lugar común, para los parámetros de la literatura hecha por mujeres en la época en que se escribió, y la posiciona en un lugar de acción dentro del universo de la sensualidad, de lo oscuro, de lo perverso. Overol lo publicó bajo el volumen La bebedora de sangre y otros cuentos, imperdible es poco decir”.
Desde Nashville, Tennesse, Melanie Márquez mencionó “Nada 1994” de Dainerys Machado Vento. “Forma parte de su primera colección de cuentos, Las noventa Habanas (Katakana, 2019), un libro espectacular. ¿Por qué me encantó este cuento? Porque es un cuento que encierra el dolor y la belleza de la isla, casi como una clave que, desde la mirada y la sensibilidad de una adolescente, nos revela algo de esa historia desbordada de claroscuros, de ese misterio que sigue siendo Cuba. La escritura de Machado Vento es valiente, y me parece una propuesta diferente en la narrativa actual. Por cierto que puedes leer el cuento en este enlace”.
Astrid Donoso se matriculó con varios: “Siempre vuelvo a mis favoritos: ‘Un arbol, una roca, una nube’ de Carson McCullers y ‘La marca en la pared’ de Virginia Woolf. El primero apeló a una idea del amor, que vinculo con No amarás de Kieslowski y Plotino. El segundo porque es maestra en lo innombrable y me recuerda a La pasión según G. H.”.
Otra amiga, Alejandra Vergara, también recomendó “La marca en la pared” de Virginia Woolf. “Me gusta todo lo que puede pasar en la mente de una persona en un momento de ocio y de aparente tranquilidad. Para qué decir el tratamiento del misterio, genial.
@talleres_labruma, también habitual en estos destilados, sugirió “Caza del ciervo”, de Maria Gainza. “Sobre la relación entre una obra de arte y estar en la mira del cazador... el cuento se debate entre la belleza estética y un excelente trabajo narrativo. Argentina, país de narradores”.
Jorge Salas, @kokelector, no resistió la tentación y puso muchos nombres y relatos sobre la mesa, pero finalmente destacó estos cinco:
“Helechos” de Catalina Infante.
“Las cosas que perdimos en el fuego” de Mariana Enríquez.
“Desastres íntimos” de Cristina Peri Rossi.
“Matar a un perro” de Samanta Schweblin.
“Panda” de María José Navia.
Roberto Castillo se anotó con “Eje” de Alice Munro. “Un cuento que tiene la amplitud de una novela”. Y nos dejó una traducción al español que publicó en su sitio web.
Don @Espelunco mencionó “Juana y la cibernética” —¡qué título!— de Elena Aldunate, un cuento de 1963 disponible en pdf. “Una reescritura erótica de esa vieja obsesión de la modernidad, la relación entre las máquinas y los seres humanos”.
@gotagautier dice que en “Leonor”, la escritora argentina Hebe Uhart usa un verbo “que ilustra el modo que tenía de mirar, escuchar y decir: pordelantear”. Me encantó eso.
Tomás Herrera recomendó “Hojas de afeitar” de Lina Meruane: “Mezcla los temas del cuerpo, siempre presentes en su obra, y les da una vuelta casi de cuento de terror con una vuelta de género. Body Horror hecho en Chile del bueno”.
Mi amigo Pablo Espinosa, colega de Ojo en Tinta, alucinó con la narradora estadounidense Lucia Berlin y su Manual para mujeres de la limpieza, especialmente el cuento que da nombre al libro: “Aunque todos son buenos y amargos”, me dijo en un correo. “Unos cuantos tienen a Chile de paisaje, porque Berlin vivió acá cuando joven. Había pasado piola y afortunadamente ha sido recuperada”.
Finalmente, Ignacio Barceló recomendó “Più blu” de Lara Schujman (“el cuento no termina donde acaba el texto. Una sensación parecida a una buena conversación tomando mate con la abuela”); Tomás Véliz mencionó “Talcahuano” de Paulina Flores (“me voló la cabeza la capacidad narrativa para relatar vivencias juveniles en tiempo de crisis”); y Rodrigo Mayorga dijo que todos los relatos de Rudas, de Carolina Brown, le volaron la cabeza. “Lo leí en enero y creo que ya puedo decir que es de lo mejor que leí este año”, me contó por mail.
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Saludos y buenas lecturas,
Patricio Contreras