#2 Megan McDowell: “Hay que confiar en los traductores como artistas literarios”
Una conversación sobre cómo la vida de una traductora trabajólica e introvertida se parece mucho a la cuarentena.
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En esta oportunidad entrevisté a la traductora Megan McDowell, que vive en Chile y tiene un currículum impresionante. Gracias a ella la obra de autores como Alejandro Zambra o Mariana Enríquez circula en inglés y acumula elogios y premios. Porque lo de Megan no solo es un trabajo de traslado entre idiomas: lo suyo es una inmersión creativa, profunda e intensa, que se sumerge en la cultura, en el territorio, en los pensamientos e incluso en el tono de voz de quienes traduce. En esta entrevista —que se prolongó más de una semana a través de mensajes de voz de Whatsapp— nos adentramos en su espacio de trabajo e intentamos algo que ella no nos recomienda: meternos en su cabeza para saber qué piensa y cómo piensa cuando traduce.
Aprovecho de agradecer a la periodista Sol Abarca, que aportó una pregunta para esta entrevista. Acá puedes leer la versión condensada y editada de la conversación con Megan. En Soundcloud, Spotify y Youtube está disponible el audio íntegro, que dura más de 60 minutos.
El audio de la entrevista, completito. 👇
—Megan McDowell, muchas gracias por participar en esta edición de Hipergrafía en cuarentena. Quería comenzar preguntándote cómo has estado viviendo estas semanas de pandemia de Covid-19. ¿Para ti estar en casa es algo habitual?
Hola Pato, muchas gracias, primero que nada, por la invitación de participar. Y pido perdón, como siempre, por mi acento tan gringo; ojalá que todos me puedan entender. Sí, para mí pasar el tiempo en casa es muy habitual. Desde hace más de un año soy cien por ciento independiente y trabajo en casa. La realidad es que la vida de una traductora trabajólica e introvertida se parece mucho a la cuarentena. La única diferencia en mi día a día es que no puedo salir, no puedo hacer vida social, ahora no puedo ir al supermercado, cosas así. Pero en realidad mi vida ha cambiado poquito. El gran cambio es psicológico, me preocupo de lo que va a pasar, estoy preocupada por mi familia. Mis papás son viejos y viven en Estados Unidos. Por suerte viven en partes rurales pero igual me preocupo. Y es raro pensar que no puedo volver a Estados Unidos, en caso de que sea necesario. Yo empecé la cuarentena hace más de dos semanas, porque había ido a Lisboa, hice un taller y una de mis alumnas tuvo el virus. Así que cuando volví a Chile me metí en casa e hice auto cuarentena.
—Inicialmente esta entrevista sería presencial, íbamos a grabar en tu casa. Eso ya no es posible hoy, por lo que te quería pedir si nos puedes contar, o más bien, si nos puedes describir, cómo es tu espacio de trabajo: dónde escribes y lees, qué objetos te acompañan, qué olor y sonidos tiene.
Vivo en un departamento bastante grande para una persona sola, y vivo sola. Y trato de ocupar mucho el espacio. Mi lugar favorito para trabajar es el patio. Tengo un patio bastante apacible, vivo en el primer piso. Y el patio es grande, tiene una mesa grande donde me siento a trabajar y tiene un sofá donde me puedo echar a leer, tiene plantas, tiene una pintura, un grafiti, un mural en la pared, tiene mucho verde y mucho color. Pero obviamente no puedo siempre trabajar en el patio. Cuando hace demasiado calor, demasiado frío o cuando es de noche, tengo una oficina pieza de visitas, donde tengo un escritorio chiquitito y una silla cómoda y me siento a trabajar ahí. Y también en la cocina tengo una barra y cuando ya no soporto estar sentada me pongo de pie y trabajo en la barra. En vez de olores son sabores los que me acompañan. En la mañana me levanto pensando en el café y el café me acompaña toda la mañana, a veces en la tarde. Y en la noche a veces me cuesta seguir trabajando, pero con una copa de vino o una cerveza puedo trabajar una hora o dos horas más. Eso es si estoy trabajando en un borrador, que suele ser más automático y no necesito concentrarme tan tan profundamente. Me puedo concentrar incluso con alcohol y con música. A veces escucho música. Si estoy haciendo algo que requiere mucha concentración, escucho música clásica, mucho piano, artistas como Chilly Gonzalez, Bill Evans. Y en esa primera etapa, cuando estoy trabajando en el borrador, puedo escuchar música con letras. Y también me acompaña siempre mi gata, que se llama Bubbles y ahora que está haciendo un poco más de frío se pone en mi regazo y ronronea y mordisquea. A veces está bastante mal genia.
—En una entrevista con el medio literario Cagibi (2019) dijiste: “Una de las diferencias, una de las cosas bellas de ser traductora, es que nunca tenemos que enfrentar el abismo de la página en blanco”. Cuando tienes un nuevo proyecto de traducción, la página, todas las páginas, ya están repletas. ¿Cómo procedes?
Primero, leo el libro, casi siempre. Y eso puede parecer obvio pero no lo es. Hay algunos traductores que empiezan a traducir sin haber leído el texto. La idea de ellos es imitar o emular el proceso del escritor. Lo que yo trato de hacer no es imitar la experiencia del escritor, sino que trato de guiar la experiencia del lector. Leo el libro y después cuando me pongo a traducir trato de crear una experiencia para el lector parecida a la que tuve yo al leer. Y bueno, después hago el primer borrador, que suele ser muy rápido. Sigue mucho la sintaxis del original, no trato de solucionarlo todo. Si hay un juego de palabras no me detengo para jugar con eso. Si hay palabras o cosas que no sé cómo solucionar, no dedico mucho tiempo a eso. Es más automático, dejo fluir el libro a través de mí. Y luego la próxima etapa me pongo a editar ese borrador. Esa es la etapa más intensa, más creativa, ahí sí trato de solucionarlo todo, trato de que suene bien el inglés. Ahí cuestiono todo, me detengo mucho tiempo. Me demoro mucho. Y luego, si hay tiempo, lo dejo de lado y lo dejo reposar, no pienso en el libro. Ojalá puedan pasar meses y vuelvo a leerlo con ojos nuevos, sin el español haciendo eco en mi cabeza. A veces es difícil, pero con la perspectiva del tiempo es más posible. Luego lo entrego a mi editor y empieza el proceso de edición, en el que también suelo hacer muchos cambios. Y luego se publica. Ese es el proceso.
—Alcanzaste a mencionar algunas dificultades que surgen en el proceso. Profundicemos en eso. La siguiente pregunta es de Sol Abarca, periodista y excelente lectora: “Megan, me encantaría poder preguntarte qué se hace con lo intraducible. No sé si existe esa palabra o ese fenómeno, si dentro de los límites de la traducción ya se ha discutido esto. Si hay formas de compensarlo, si se deja tal cual, si se hace una nota al pie. Pienso en las traducciones de Parra de Shakespeare porque en el fondo sé que es Shakespeare pero también sé que es Parra. ¿Cuáles son los límites ahí?
Hola Sol, muchas gracias por la pregunta. Y qué pregunta es. Claro que se ha discutido mucho, pero es porque no hay ninguna respuesta clara. Y cada traductor tiene que lidiar con esa cuestión de lo intraducible y desarrollar sus propias estrategias y filosofías al respecto. Personalmente, mi filosofía es que no hay nada intraducible. Cuando llegamos a un momento, a algo que pareciera ser intraducible, ahí tenemos que ponernos creativos. Tenemos que preguntarnos cuáles son las cosas importantes que hay que comunicar. [...] Hay otro dicho, también muy dañino, que la poesía es lo que se pierde en la traducción. Estoy muy en desacuerdo con eso. Creo que sí se puede traducir la poesía; si no, no podría leer Neruda en inglés, tú no podrías leer Whitman en español. Hay muchos poetas que tienen impacto global gracias a la traducción. Pero bueno, yo no traduzco poesía, traduzco ficción. Y eso es porque es lo que me llama la atención, es lo que me gusta. También es muy importante decir que trabajo con escritores vivos, con la literatura contemporánea, y yo creo que eso afecta mi manera de acercarme a la traducción porque pienso también en el texto como algo vivo, en algo inacabado. [...] Te doy un ejemplo, que es mi traducción de Facsímil de Alejandro Zambra, que me imagino ustedes conocen: es un libro que se basa en la prueba PSU [PAA] y toma la forma de un examen de elección múltiple y más que nada las primeras secciones juegan mucho con el lenguaje. Son ejercicios de cuatro palabras y se emplea mucho doble sentido, juegos de palabras, rimas. Y hubiera sido casi imposible traducirlo literalmente. Hubiera tenido que poner todo en un pie de página y explicar el chiste, que hubiera sido muy fome. Lo que hicimos fue pensar en cuáles eran los temas de este libro: es una crítica al sistema educativo en Chile, también se habla de la relación entre padres e hijos, también se habla mucho de la dictadura, del silencio de la dictadura. Y pensamos en esos temas y escribimos otros ejercicios, echando mano a los recursos del inglés para jugar de la misma forma con los temas. [...] Muchas veces pensamos en lo que se pierde en la traducción y estamos acostumbrados a pensar en una traducción como algo derribado o secundario, que es un subproducto o una imitación pobre del original. Hay que pensar en cuánto se gana y hay que confiar en los traductores como artistas literarios y hay que pensar en la traducción como un artefacto literario. Quizás un híbrido, pero no que sea algo inferior.
—En una entrevista con Foreword Reviews (2017) mencionaste un problema que tenías en un texto de Alejandro Jodorowski: cómo traducir el nombre de una tienda llamada “Los seis B”, que es una ampliación de las tres b que conocemos acá en Chile —bueno, bonito y barato— a “bueno, bonito, barato, bendito, básico y blanco”. ¿Recuerdas cómo lo resolviste finalmente?
Me pillaste, Patricio. Sí, lo encontré, lo tuve que buscar pero lo encontré. Y la solución no es bueno ni bonito ni barato. Al final lo que hice fue llamar a la tienda "The Six Bs" y entre paréntesis puse "bueno, bonito, barato, básico, bendito, blanco: good, pretty, cheap, basic, blessed, white". Y esa es una solución que aludo a Sol [pregunta anterior], que es dejarlo en español y explicarlo dentro del texto, pero tampoco lo expliqué a fondo, porque el lector no va a saber que el juego es eso, que normalmente son tres b y que en este caso son seis. Bueno, se pierde el chiste un poco. Hemos encontrado una situación donde sí se pierde algo en la traducción y se cae a pedazos toda mi filosofía.
—Cuando leí esa respuesta tuya me pareció un desafío fascinante y me hizo querer estar en tu cabeza. Pero como no puedo hacer eso, mejor lo pregunto. ¿Sueles pensar cómo funciona tu cabeza cuando traduces? Y aprovecho de agregar algo más a esa pregunta: ¿al traducir piensas en un tipo de lector en particular?
Te puedo asegurar que mi cabeza en general no es un lugar donde quieres estar. Hay muchos desafíos interesantes, es verdad. Y, bueno, eso es lo que hace que la traducción sea entretenida. Creo que nunca lo he planteado en esos términos: cómo funciona mi cabeza cuando traduzco. Pero ahora lo estoy pensando. Supongo que tiene que funcionar con una dualidad. Tengo que estar pensando, por un lado, el libro en español y, por otro lado, en la experiencia de un lector gringo. Para hacer bien mi trabajo tengo que estar siempre ampliando y desarrollando esas dos formas de pensar. Por eso vivo en Chile, vivo en español, y por eso trato siempre de profundizar mi entendimiento del idioma y su cultura. [...] Y sí, definitivamente tengo un lector en mente, que es mi hermana. Tengo una hermana gemela, ella es la única persona en el mundo que lee todas mis traducciones. Porque me apoya, claro, pero también porque esa mujer lee todo, todo el rato, y muchas veces si le gusta un libro lo lee varias veces. Y ella es artista y académica, no trabaja en el mundo literario, no es escritora, pero le encanta la literatura. Lee por placer. Y tiene mucha curiosidad, que es lo importante. Y no habla español. Cuando estoy traduciendo, si estoy lidiando con algo pienso directamente en cómo lo va a leer ella, es relativamente fácil para mí entrar en su cabeza, porque nos entendemos mucho. Y sé que ella lee con buena voluntad, dejándose llevar, entregándose.
—Ahora que mencionas a tu hermana gemela, se me juntan varias cosas: tú y ella tienen un tatuaje de Rayuela porque a ambas les gusta Cortázar y a ti particularmente te inspiró su traductor al inglés, Gregory Rabassa, que también tradujo a García Márquez y a otros autores del boom. A propósito de eso, ¿qué has aprendido sobre Latinoamérica a través de la traducción y qué has aprendido sobre ti al traducir autoras y autores latinoamericanos?
Quizás lo que he aprendido es eso, que no se puede generalizar sobre América Latina. Cuando traduzco tengo que indagar mucho en las especificidades de un lugar, de un país, de una cultura, de un idioma. He aprendido algo sobre la mitología guaraní, con Mariana Enríquez. Sobre el ritmo de hablar de los argentinos. de Alejandro he aprendido quizás mucho sobre la dictadura. Pero también no puedo pasar por fuera de una Casa Royal sin pensar en el personaje de un cuento de Alejandro, que se llama "Historia de un computador", y ese personaje compra su primer computador en una Casa Royal en un montón de cuotas. Y, no sé, es que hay muchas cosas específicas que son parte de mi paisaje interior. No hablé mucho del libro que traduje de Virginia Vallejo, que no es un libro literario, pero aprendí mucho sobre la historia de Colombia, sobre la época de la violencia, sobre Pablo Escobar, traduciendo ese libro. En general he aprendido que a mí me gusta ponerme en situaciones que están fuera de mi zona de confort. No hay ninguna razón por la cual me relaciono con América Latina y eso para mí es la gracia. No tengo antepasados que vienen de aquí, nadie de mi familia habla español. Me he ido muy lejos de casa y del mundo conocido de mi infancia. Tuve que encontrar la manera de estar en casa muy lejos de casa.
—¿Puedes compartir consejos para quienes se están iniciando en la traducción y quieran incursionar en ese ámbito?
Sí, el problema es que tradicionalmente no hay un camino claro para convertirse en traductor literario. Me parece que no hay programas de formación acá en Chile. Me imagino que quizás hay en México o Argentina, pero no sé. En Estados Unidos hay cada vez más, pero eso solo desde hace, quizás, quince años. Pero faltando eso, faltando programas académicos, hay cosas que se pueden hacer. Lo primero, por supuesto, es viajar; eso ayuda mucho, a mí me ha ayudado mucho, a profundizar bien en el idioma, la cultura, en Chile y viajar por América Latina. También hablar con gente, buscar comunidad. Pide recomendaciones de libros. Una de las cosas más importantes es encontrar un buen proyecto de traducción. Para eso hay que tener una buena idea del panorama literario, lo que se está publicando. Y también el panorama literario en Chile: quién está publicando qué, a qué editor o a cuáles editoriales les puede interesar tu proyecto. En general hay que ser proactivo. [...] También hay que buscar becas, fondos, ese tipo de cosas, porque acá en Chile sí hay fondos de traducción y eso ayuda mucho. Si puedes encontrar un editor que se interese en el libro, es muy probable que vayan a encontrar un fondo. Eso en Estados Unidos es un gran problema, por eso no tenemos más traducción publicada. No hay fondos. Eso creo que serían mis consejos: viajar, hablar con gente, busca comunidad, busca un mentor, sé proactivo, busca recursos. Espero que ayude.
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Patricio Contreras