Hola, hipergrafista 👋
Ando tan perdido que hace dos semanas envié la edición #50 de este boletín y ni siquiera celebré el hito. Me tomaré una cerveza imaginaria para agradecerte por abrir y leer mis desvaríos. ¡Salud!
En las últimas semanas abandoné la ficción para leer ensayos.
A principios de 2020 —hace una eternidad— leí El enemigo conoce el sistema, de la española Marta Peirano. Por entonces este ensayo me impactó al demostrar lo poco que sabemos de internet y sus dueños, la opacidad de esta infraestructura y sus potenciales peligros. En Ojo en Tinta escribí tres ideas al respecto.
No es un ensayo optimista. Si estás en un agujero emocional, esa lectura te mantiene en el agujero y te pisotea porque vaya qué difícil es resistir la omnipresencia de la red de redes.
Este 2022 Peirano publicó Contra el futuro (Debate), un texto que prolonga algunas de las ramas del anterior, pero se centra en la crisis climática.
¿Podemos salir del atolladero en el que nos encontramos?
Peirano comienza hablando del diluvio universal, del arca de Noé y de las promesas mesiánicas de las tecnologías. Este es un libro que no tiene contemplación con Jeff Bezos y Elon Musk, los multibillonarios que quieren conquistar el espacio, no para salvar a la humanidad —dice la autora— “sino para desembarazarse de ella”.
Después el libro se interna en posibles soluciones para la clisis climática. Por ejemplo:
La captura directa de dióxido de carbono del aire.
La conservación y ampliación de grandes bosques y selvas tropicales.
Cambiar nuestra dieta para la salud del planeta.
Para cada una de estas ideas existen ejemplos, planes pilotos, avances gubernamentales. Pero todo parece inicial, insuficiente. Al leer estas páginas de Contra el futuro el sabor de boca es amargo. Me llama la atención que la editorial hable de este libro como un “relato antiapocalíptico para construir un futuro esperanzador”.
Yo quedé desencajado, con sensación de vacío y cuotas de desamparo. Terminas de leer un capítulo y quieres acurrucarte y que te mimen. Una perspectiva oscura sobre el futuro.
Fue entonces que recordé otro libro de no ficción con una perspectiva optimista sobre el pasado: Humankind, del historiador holandés Rutger Bregman (Anagrama lo editó como Dignos de ser humanos, 2019).
Este libro, escribe Bregman, es sobre una idea radical.
“Una idea que se sabe desde hace tiempo que pone nerviosos a los gobernantes. Una idea negada por religiones e ideologías, ignorada por los medios de comunicación y borrada de los anales de la historia mundial. Al mismo tiempo, es una idea legitimada por prácticamente todas las ramas de la ciencia”.
¿Cuál es esa idea radical?
“Que la mayoría de la gente, en el fondo, es bastante decente”.
Ufff…
Reconozco que a ratos soy de los que piensan que todo el mundo es una mierda. Que nos movemos por egoísmos o intereses oscuros. Que en el colapso del sistema nos avalanzamos unos sobre otros para despedazarnos y sobrevivir.
Soy, como diría Bregman, un hobbesiano. Un periodista hobbesiano.
Humankind es un libro que observa la historia menos como Hobbes y más como Rousseau. Llevo menos de un tercio de la lectura y puedo decir varias cosas:
Que Bregman escribe bien, te atrapa, te seduce y responde tus preguntas mentales.
Que la tesis de El señor de las moscas puede estar equivocada.
Que la historia de Isla de Pascua es fascinante.
Que los bombardeos áereos de la Segunda Guerra Mundial tuvieron un efecto inesperado.
Seguiré leyendo, marcando frases, anotando ideas que me interpelan, que me convencen, que me tensionan, que me contradicen, que me intrigan, que me asustan y que me esperanzan.
Esa es la gracia de leer, ¿no?
Colofón
Cerremos con una cita de Última salida, el ensayo sobre crisis climática de Sergio Missana (Laurel, 2021) que comenté en el Hipergrafía #39:
“Las cosas malas suelen ocurrir de golpe y acaparar titulares, mientras que las buenas son graduales y poco dramáticas. Ningún diario quisiera titular que el día de ayer 37.000 personas salieron de la pobreza en todo el mundo y que ello ha ocurrido sin parar, cada día, durante las últimas tres décadas. Además, partciularmente entre los intelectuales, el optimismo no es sexy. El espíritu crítico sobre el poder es la actitud que se da por sentada” (p. 72).
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Eso es todo, cierre de transmisiones.
Me voy a leer.
Pato